Los eicosanoides buenos y malos
El desequilibrio hormonal puede producir enfermedades crónicas y se vincula con el envejecimiento
Los eicosanoides son hormonas poco conocidas pero fundamentales para la buena puesta en marcha del organismo humano. Conocidas como las «superhormonas», los eicosanoides son las más poderosas que poseemos, y sin ellas no se podrían realizar muchas de las complejas funciones fisiológicas imprescindibles. Los eicosanoides controlan todas las células, todos los órganos y todos los sistemas hormonales del cuerpo humano, desempeñando así, un papel importante en la comunicación celular.
Poseen una vida mucho corta, nacen, hacen su trabajo y después se autodestruyen, son prácticamente invisibles, no circulan por la corriente sanguínea, y actúan sólo a nivel local como «mensajeros» pasando información de una célula a la otra.
Cada célula de nuestro cuerpo produce diferentes tipos de eicosanoides. Así como el cuerpo produce colesterol «bueno” y colesterol «malo», las células producen eicosanoides “buenos” y eicosanoides «malos”, y ambos necesarios para el buen funcionamiento del organismo. Los eicosanoides buenos son anti-inflamatorios, detienen la inflamación y promueven la salud y los «malos» son pro-inflamatorios, promueven la inflamación y la destrucción de los tejidos.
Hasta en cierta medida es indespensable una determinada cantidad de eicosanoides pro-inflamatorios para protegernos de organismos invasores como bacterias, virus y parásitos. El problema radica cuando el balance de los eicosanoides en el cuerpo se encuentra descompensado. Y cuando esto pasa los eicosanoides tienden más para los “malos”, acelerándose el envejecimiento del cuerpo y el inevitable desarrollo de las enfermedades crónicas, tales como el infarto cardiaco, infarto cerebral, enfermedad de Alzhemer, esclerosis múltiple, dolor crónico, depresión, cáncer, y artritis reumatoidal.
Como se forman los eicosanoides
Los eicosanoides se forman a partir de los ácidos grasos esenciales Omega-6 y Omega-3, que son esenciales porque el cuerpo no los puede sintetizar, debiéndose ingerir con la alimentación o suplementación. Todos los eicosanoides se producen a partir de ácidos grasos esenciales de 20 átomos de carbono de longitud. Los Omega-6 son los que desempeñan una fuerte acción en la formación de la mayoría de los eicosanoides, sin embargo, pueden hacer muy bien como también mucho mal, debiendo entrar en acción los Omega-3 para impedir que se forme muchos eicosanoides malos a partir de los Omega-6.
La mayoría de los ácidos grasos Omega-6 de nuestra dieta derivan del ácido linoleico. Las fuentes más comunes son los aceites vegetales como el girasol, maíz, soja, sésamo y otros… Una vez en el cuerpo el ácido linoleico es convertido en ácido gama-linolénico (GLA). A partir del GLA, es producido otro ácido, el ácido dihomo-gama-linolénico (DGLA); y a partir de este ácido esencial fundamental se forman los eicosanoides “buenos” con sus poderosos efectos anti-inflamatorios, pero también, a partir de él se produce el ácido araquidónico (AA). Este ácido (AA), por medio de la acción de una enzima llamada delta-5-desaturasa, se produce los eicosanoides “malos”. El DGLA es el precursor de los eicosanoides “buenos” y el AA es el precursor de los eicosanoides “malos”. Aunque el cuerpo necesite una pequeña cantidad de ácido araquidónico, no se debe sobrepasar en su consumición porque favorece la inflamación y el aparecimiento de las enfermedades crónicas.
Como impedir la producción de AA
Es aquí que entran en acción los ácidos grasos Omega-3. Aunque a partir de ellos se formen una pequeña cantidad de eicosanoides «buenos», no son suficientes. La principal acción de los Omega-3 es impedir la producción de ácido araquidónico (AA) e interrumpir así, la formación de eicosanoides «malos». Los Omega-3 de cadena larga se encuentran en el pez azul; como la caballa, sardinas, salmón, arenque, atún y anchoas. El aceite de pez o suplementos específicos derivados de éste, es la la fuente más rica de Omega-3 (EPA y DHA). El EPA, ácido eicosapentanoico, es un compuesto de los ácidos grasos Omega-3 inhibe la actividad de la enzima delta-5-desaturasa, causante de la transformación de los ácidos grasos Omega-6 en ácido araquidónico. Sin embargo el EPA no es suficiente para bloquear toda la acción nefasta de la enzima delta-5-desaturasa, haciéndose necesario reducir el consumo excesivo de los aceites vegetales, ricos en Omega-6.
La tendencia actual es la ingesta de mucho Omega-6 y poco Omega-3 en una proporción de 20:1, y este desnivel afecta el delicado equilibrio de los eicosanoides, como consecuencia el cuerpo producirá más eicosanoides pro-inflamatorios y menos anti-inflamatorios, y con ello aparecen las enfermedades crónicas.
Otro factor que contribuye para el aumento de los eicosanoides «malos» son los niveles altos de insulina en la sangre inducidos por una excesiva ingesta de alimentos, sobre todo, carbohidratos de alta carga glicémica. Esto se debe a que la insulina activa el enzima D5D a producir más ácido araquidónico (AA), y como ya hemos mencionado, derivan la mayoría de los eicosanoides malos. Al reducir la cantidad de AA interrumpimos, así la producción de eicosanoides “malos”.